terça-feira, 13 de maio de 2014

Elite brasileña utiliza la Copa del Mundo para mostrar su malestar por ser brasileña


Elite brasileña utiliza la Copa del Mundo para mostrar su malestar por ser brasileña

Maurício Savarese

"Abajo este Brasil subdesarrollado!", es como la marca Ellus decidió involucrarse con la Copa del Mundo – poner esto en una camisa. Deben tener una respuesta oficial imbecil, diciendo que están en contra de los problemas sociales, y no contra el país. Sin embargo, todos los brasileños que entienden nuestra “síndrome de perros callejeros” saben lo que quieren decir las personas que utilizan este discurso. La mayoría de los clientes de la Ellus son las personas que no utilizan el sistema de salud pública. No estudian en las escuelas públicas. Y rara vez ponen un pie en el transporte público en las principales ciudades de Brasil (aunque les gustan hacerlo fuera del país).

Así que ¿por qué se sienten frustrados? ¿Serían tan altruistas como los activistas que protestan con un objetivo, sea cual sea esa meta? O los ricos brasileños expresan su crítica de puro aburrimiento?

Mi respuesta es que los ricos brasileños se sienten frustrados debido a que son brasileños. Y ellos envenenan el tono para la Copa del Mundo en Brasil más que los errores y la mala planificación de la preparación para el evento. No es una gran noticia para cualquier persona que ha estado en una fiesta en los barrios de la élite, como son los Jardines, en São Paulo, o Leblon, en Río de Janeiro. Pero esto es probablemente un buen momento para señalar lo que está sucediendo.

Algunos élitistas frente a esta “preocupante realidad” de ser brasileños actuan de manera proactiva: tratan de obtener un pasaporte europeo, como si de verdad tuvieran una conexión familiar importante con el exterior. Otros optan por distorsionar los símbolos que unen al país que ellos rechazan. Ya se ha hecho antes. La samba, la música campesina, la feijoada y todas las cosas tipicamente brasileñas son descartadas o convertidas en una “versión gourmet” que se adapta al sabor – supuestamente superior – de nuestra élite.

El fútbol hasta hace poco estaba en el médio del camino – no se puede “desbrasilisar” el fútbol. Pero ahora los clubes europeos son cada vez más populares aquí. Tal vez esto muestra que la atención también está cambiando en esta zona. Sería una buena razón para explicar por qué la crítica de la Copa del Mundo, irrelevante no hace mucho tiempo, dio para la élite brasileña la oportunidad de expresar su molestia.

Las protestas de junio 2013 cambiaron el escenario para las élites brasileñas. Después que las protestas contra las tarifas de transporte se convertieron en una ola nacional, ricos brasileños hicieron mucho ruido por primera vez en mucho tiempo. Era la hora de mostrar su presencia después de años y años de movimientos frustrantes. Utilizaron la legitimidad de las protestas iniciales para dar la impresión de que todos estábamos en el mismo barco. La Copa del Mundo fue sin duda un gran vínculo con ellos.

Los costos de la Copa del Mundo sólo entraron en el debate después que el movimiento explotó. Aunque la organización sin duda merece críticas, sólo un año antes del torneo fue que nuestra elite descubrió que se podría llamar la atención a todo lo que no les gusta en Brasil. De repente, hicieron Brasil parecer tan antidemocrático como Corea del Norte, tan pobre como Paraguay, tan caótico como India, tan violador de los derechos humanos como Arabia Saudita, tan corrupto como Rusia. El Brasil ciertamente tiene um poco de todo, pero es muy diferente de todos estos países.

Aunque Brasil fuera malo así, nuestra élite tendría que buscar explicaciones en sí misma, y no señalar con el dedo. Por supuesto que hay excepciones, pero ricos, educados, bien viajados y contrarios a la Copa del Mundo no parecen muy interesados ​​en compartir el país que recibe el torneo porque básicamente su clase social ha comenzado a compartir sus privilegios con los pobres.

El hecho de que Brasil ha distribuido algo de riqueza en los últimos veinte años no se casa bien con los niños ricos que escuchan a sus abuelos decir maravillas acerca de la época de la dictadura militar, por ejemplo. Algunos se identifican con los partidos de la oposición y por eso critican el gobierno, pero es sólo una cuestión de gusto: en el caso, el PT no es muy diferente del PSDB. Incluyendo la idea de recibir la Copa del Mundo.

No es sorprendente que son estas personas que abogan por un tratamiento más duro para los que están fuera de su cuadrado. Quieren reducir la edad legal, ampliar la represión policial, transformar la corrupción en crimen atroz (sólo para los funcionários, no para los que hacen sobornos) y así sucesivamente.

Entre estos tipos también están los que critican las medidas del gobierno para traer médicos extranjeros. Otros son los propios médicos que se niegan a trabajar en las comunidades pobres – pues quieren ganar más trabajando como dermatólogos en las capitales. No creo que las élites europeas o asiáticas son tan egoístas. Probablemente es algo muy proprio de nuestra América Latina. Nuestra desgracia.

¿Qué mejor símbolo para la élite brasileña canalizar su frustración con el Brasil que no es deseable para ella que atacar la Copa del Mundo, el evento que moviliza el país cada cuatro años? El apoyo de los brasileños al torneo ciertamente cayó, pero son los clichés repartidos por los brasileños ricos (a veces en inglés) que están en el centro de atención, como si estos tipos vivieran sus quejas. La verdad es que la mayoría de ellos ni siquiera si preocupa por dar prioridad a la salud y la educación. No utilizarian el sistema público ni si fuera necesario. Muchos están secuestrando la agenda social para hacer una crítica superficial y políticamente desacoplada.

Esto es a menudo un disfraz de la élite para su malestar de ser brasileña, a diferencia de las críticas de aquellos que tratan de dar sentido a su antagonismo.

Los medios de comunicación han dado cuenta del rechazo elitista y amplifica. Videos como el de Carla Daudén, que sugiere un boicot de la Copa del Mundo, son utilizados para mostrar que hay un “mal presentimiento” sobre el torneo en todo el país. Pero este es el sentimiento de la “clase media alta” – como los ricos les gusta definir a si mismos (PD: Entre ricos, aparentemente no hay ricos en Brasil).

Ser anfitrión de la Copa del Mundo, un premio dado por la inclusión social que promovemos en los últimos años, si está transformando en un simple "gastamos demasiado, tenemos poco." El tono utilizado por muchos brasileños ricos no es "vamos a arreglar esto". La mayoría de ellos saben muy poco de política para participar realmente con sustancia. Su mensaje es "maldita sea" (como Carla Daudén sugiere en su video). Parece que el Brasil subdesarrollado merece ser constreñido por los verdugos, no por las víctimas. Las víctimas saben criticar pero no se avergüenzan de su país.

Los elitistas más astutos que critican a la Copa del Mundo en Brasil también han utilizado esta gran oportunidad de demostrar que no si relacionan con el fútbol como todos los demás – venden la idea de que los que si involucran con la Copa del Mundo son los que están desacoplados de la realidade del país. Venden la idea de que son ellos los verdaderos agentes de cambio, a pesar de que son todo lo contrario – para la élite brasileña no importa las familias que tuvieron que mudarse de sus casas a causa de las obras de los nuevos estadios, por ejemplo.

Yo no soy marxista. Pero es difícil defender una de las elites más egoístas del mundo. Muchos periodistas extranjeros que han pasado tiempo suficiente aquí están de acuerdo conmigo.

Las favelas de Brasil de alguna manera recuerdan a nuestra élite blanca y a veces fanática religiosa, cuyas llaves de la esclavitud aún están em sus bolsillos. Esta es también la razón porque critican la Copa del Mundo que se jugará no muy lejos de estas “senzalas modernas”. En las colinas del Río de Janeiro y en la periferia de São Paulo hay cientos de miles de personas cuyos bisabuelos no podrían ser contratados porque sus antiguos propietarios no comprarían su propiedad de nuevo.

Estos brasileños adinerados no culpan sólo al gobierno y el comité organizador de la Copa por retrasos en la construcción: consideran los obreros lentos e ineficaces. Así es como satisfacen su fetiche: los pobres son responsables por su propria pobreza.

Elitistas brasileños suelen ver a los negros como empleados domésticos o conductores de autobús, eso lo sabemos. Si no reciben un vaso de jugo de naranja a las ocho de la mañana es probablemente porque esta gente pobre son sólo un montón de ingratos perezosos. "Sólo en Brasil", dijo una vez un ejecutivo en una situación similar.

(No es muy diferente de lo que la revista The Economist sugirió recientemente en una muy mala comprensión de la complejidad de Brasil.)

Gran parte de los medios de comunicación de Brasil gira en torno a nuestra pequeña élite para escribir sus historias. Aunque haya activistas com preocupaciones razonables sobre los derechos humanos y mejores servicios para todos, la mayor parte del mensaje difundido tiene que ver con lo que los ricos brasileños pueden expresar en inglés. Así es como lo hacen saber: lamentando todo lo que no entienden en Brasil. (Véase el caso del estadio del Corinthians, construido para la apertura de la Copa y ubicado en una región pobre de São Paulo. Muchos elitistas dicen que no van allí porque es "una parte fea de la ciudad".)

Esa camisa por Ellus es un gran ejemplo de un viejo estándar de los brasileños ricos: fingen que todo que está mal en Brasil no tiene nada que ver con ellos. La corrupción no comienza con sus empresas. La desigualdad no se debe al hecho de que pagan menos impuestos que todos. Sinvergüenzas nunca fueron elegidos por ellos o financiados por ellos. Las partes atrasadas de Brasil no deben ser corregidas a través de políticas – la idea elitista es demostrar que el éxito depende exclusivamente de cada uno.

El fracaso ajeno no tiene nada que ver con ellos.

Es difícil predecir si van constreñir el Brasil hasta la final de la Copa. Las protestas son más fáciles de medir que la campaña de humillación. Entre todos los legados, lo que más quiero ver es el Brasil vencer a sus detractores. Vengo del Brasil subdesarrollado. Si la Copa del Mundo fuera nuestro mayor problema, sería genial.

Si la Copa del Mundo no tiene éxito, voy a estar aquí para informar lo que sea. Pero quiero que sea um buen torneo. No sólo por las experiencias previas que tenemos en organizar grandes eventos deportivos. Es porque quiero ver a las personas que usan esa camiseta Ellus tragar muy pronto el Brasil “subdesarrollado”.


Abajo la Ellus!


quarta-feira, 14 de agosto de 2013

Do poeta

E aquela que contam do Vinícius?
Numa roda de bar, discutiam marcas de uísque. O chato infiltrado resolve dar palpite:
-- Eu não suporto uísque.
E o poeta:
-- O uísque é que não suporta você.

segunda-feira, 8 de julho de 2013

Pátria

Quando eu entrei no meio do mato,
Onde os cipós não me deixavam ir além,
Fiz com um gomo de taquaruçú
Um porta voz.
E gritei bem alto:

"Páááátria!!! Eu quero te ver!!!"

Pois me haviam contado
Que era ali que morava
Numa casa de arvores,
Gritei tão alto
Que minha voz abriu uma picada
No meio do mato.

Gritei tão alto
Que a algazarra das araras
E os guinchos dos sagüis
Não conseguiram abafar a minha voz.
Que lá foi, tropeçando nos cipós,
Chamar a Pátria que velava.
Depois o silêncio, que é um índio verde,
Veio, com os pés de musgo
E mãos de paina,
Aquietar as folhas que falavam,
Veio cercar o vento que assobiava.

Depois o mato vibrou, como vibra
Quando passam as antas pesadas
E varas de caitetús.
Houve um estalar de gravetos e de taquaras,
E até as araras se calaram pasmadas...
E aos meus olhos maravilhados,
Surgiu uma índia vestida de penas,
que tinha no corpo moreno
a altivez dos palmitos
e que trazia nos olhos oblíquos e claros,
a alegria de um dia de sol.
E ficou, espantada, a olhar pra mim...
E fiquei deslumbrado com tanta beleza,
Pois não me haviam contado
Que minha Pátria era tão bonita assim.


(Pátria - Vinícius Méier)

terça-feira, 4 de junho de 2013

Por que as nossas crianças vaiaram o músico André Mehmari?


BATENDO CONTRA AS PAREDES
Sérgio Santos

Meu querido amigo e parceiro André Mehmari passou recentemente por um episódio que ilustra de forma categórica uma série de questões que se colocam a todos que se preocupam com a cultura, a educação, a arte e a sua propagação nos dias de hoje. André, além de privilegiado por um talento musical incomum, pianista, arranjador, compositor e multi-instrumentista, tem uma característica individual que o distingue: é um dos artistas que conheço que mais encarnam na própria obra (ou seja, muito além do mero discurso) a ausência de fronteiras entre as diversas formas de expressão artística. Transita com destaque, desenvoltura e verdade tanto pela música erudita quanto pela popular, tendo a capacidade de ser premiado e reconhecido em ambas. Isso, garanto, não é nada fácil!
Talvez por essa característica, pouca gente seria mais adequada que ele para fazer parte como convidado de um projeto musical e educacional, que aconteceu em um teatro em Campinas, para 600 jovens de 10-12 anos, alunos de escolas públicas. O projeto de excelentes intenções, se chama “Ouvir Para Crescer”. Segundo relato de André no Facebook, na apresentação havia, na sua primeira parte, um grupo musical e atores caracterizados de palhaços que apresentavam de forma lúdica as propriedades da linguagem da música, e até aí tudo transcorreu bem. Depois meu amigo entrou no palco para apresentar ao piano a obra de Ernesto Nazareth, e fazer com ela as pontes para outras formas de expressões musicais, querendo com isso ilustrar justamente a ausência de fronteiras que o preconceito impõe. Antes mesmo de começar, foi vaiado, xingado e ouviu impropérios, lagartos e cobras que continuaram durante toda a apresentação, vindos de uma platéia que, recordemos, tinha entre 10 e 12 anos! Estupefato, como não poderia deixar de ser, André levou a apresentação mecanicamente até o fim. Foram esses os fatos que, por ele expostos no Facebook, geraram centenas de comentários, além de um texto de José Miguel Wisnick em sua coluna de hoje no OGlobo.
Quero meter a minha colher, com a licença de meu parceiro querido. De onde vem essa reação tão contrastante com o espírito do evento? É preciso, sem justificar, compreender essa reação coletiva. Como bem disse Wisnick, André está longe de ser um cara cheio de mesuras e poses pseudo-eruditas, que poderiam sim antepô-lo à garotada. Pelo contrário, tanto no trato pessoal quanto no palco, é uma pessoa completamente simples, tendo inclusive uma verve acentuada de humor. Por inúmeras vezes falamos tanta besteira no palco juntos, que sugeri a ele em um de nossos shows que, caso a nossa música não desse resultado, poderíamos fundar uma dupla de stand-up, tão em moda, o que certamente iria nos render mais financeiramente que nossas composições, com o que a platéia, aliás, concordou de imediato. Portanto, não está em uma postura formal, rígida, ou em ares de superioridade, a origem da reação agressiva da platéia. Se não é por aí, algo necessariamente tem que ter motivado essa atitude, principalmente se pensarmos que a apresentação anterior ocorreu com tranquilidade.
O problema pode estar então em Nazareth. Há os que argumentaram que a atitude negativa se deveu ao choque de se querer impor a um segmento da sociedade um tipo de linguagem de arte distante dele. Nessa argumentação, a meu ver está a raiz do problema, e mais à frente direi o porque. Discordo veementemente dela! E minha experiência pessoal é o meu maior argumento. Já fui chamado para uma tarefa análoga a de André, há cerca de 10 anos, quando meu filho tinha exatamente essa idade das crianças de Campinas, na própria sala de aula dele, em uma escola particular de classe alta, tida como modelo na educação artística (por isso inclusive meu filho estudava lá). Imaginei uma conversa mais ou menos com a mesma perspectiva da de André, e quando comecei a tentar estabelecer um diálogo, a indiferença e depois a balbúrdia foram tamanhas (inclusive por parte de meu filho), que resolvi desistir e fui embora sem que ninguém ao menos percebesse. Essa indiferença foi para mim mais agressiva do que ter sido xingado, como meu amigo o foi. Conto o episódio porque ele mostra claramente que a questão ultrapassa a maneira de se lidar com uma determinada classe social. Ultrapassa também a questão de educação familiar, uma vez que sou a principal testemunha ocular da educação que meu filho recebe em casa. Há aí um componente que remete a um crescente desgaste e deterioração do ambiente escolar, onde inexiste o reconhecimento da autoridade (o que em nada se relaciona ao combate ao autoritarismo), e que levado às últimas consequências, gera as atuais agressões físicas a professores, alunos armados em sala de aula, etc. Embora ache que isso tenha pesado tanto no caso de André quanto no meu próprio, no entanto, não creio que entender a nossa questão se resuma a isso.
Reafirmo que a forma de ver a raiz do problema esteja na visão equivocada de quem sustenta que a atitude de André quis “impor” Nazareth a um segmento social “incapaz” de compreendê-lo. Vejamos: primeiramente, Nazareth não é dodecafônico, Nazareth não foi um alienígena de difícil compreensão, ou um compositor nascido na Monróvia. Nazareth retirou o material de sua criação da música do povo brasileiro, das ruas, do choro, das valsas, do ambiente musical popular de sua época. Sendo assim, a aberração está não em mostrar Nazareth ao povo, mas no fato desse mesmo povo não ser capaz – não de “compreender” – mas de se reconhecer minimamente em uma obra que se baseia na raiz de sua própria forma de expressão, a ponto de recusá-la com veemência. Se há algo de errado nesse enredo, o erro é esse! E, evidentemente a responsabilidade disso não está nas crianças! Algo tem que ter ocorrido no percurso de tempo de Nazareth até hoje, para fazer com que uma música que tenha vindo tão profundamente do povo não seja reconhecida por esse próprio povo como parte de sua simbologia. É como se eu não me visse em meu avô. E mais, como se eu jogasse uma pedra nele. André não errou ao tentar devolver essa informação tão rica a quem na verdade a originou. (Vou além, se ao invés de Nazareth fosse Chico Buarque, talvez os resultados fossem os mesmos). André acertou na mosca! Erramos fomos todos nós, que construímos uma sociedade imediatista, superficial, incapaz de se enxergar fora dos modelos de consumo que nos são impostos. Erramos na educação, na formação de um povo que tem raízes culturais absurdamente ricas em sua diversidade. Mais que isso, nos mantivemos no erro por nunca termos dado, enquanto sociedade, a mínima importância a toda essa riqueza. Erramos por termos sido barbaramente elitistas, reservando unicamente aos mais favorecidos o conhecimento desse patrimônio, e por termos permitido que a ganância da indústria tenha sido durante todos esses anos o único parâmetro de formação artística a que toda a sociedade tenha tido acesso. E, principalmente, vamos continuar errando, se continuarmos a não enxergar que é imperiosa a necessidade do contato da população com tudo o que de sublime, inteligente, original e genial já se fez artisticamente nesse país. Essa seria e será nossa única forma de corrigir o erro. E se o poder público não se preocupou e nem se preocupa em promover ações sistemáticas nesse sentido, as ações pontuais como essa têm que ser valorizadas! É preciso varrer essa idéia absurda, tacanha, reacionária, mesquinha, atrasada, de que dar ao povo a oportunidade de acesso ao que de melhor se produziu artisticamente é ser elitista ou paternalista.  
Elitista e covarde é essa visão tão em voga hoje em dia entre um punhado de intelectualóides de buteco, de que tudo é arte, e que a preocupação de fazer com que as classes menos favorecidas produzam a “sua” cultura já seja para elas o suficiente, e portanto prescindam do conhecimento, da informação, do ato consciente e generoso de olhar para trás para conhecer esse vasto mundo já construído, chamado cultura brasileira. Se é positivo o fato das camadas populares deixarem apenas de consumir cultura, passando também a produzí-la com suas próprias linguagens, isso não pode ser confundido com a negação da necessidade do saber. Se há sim um forte preconceito em sentido contrário – que nega as formas próprias de expressão vindas e exercidas pelo próprio povo – há por outro lado o equívoco cavalar dos que vêem nessa expressão uma “pureza” intocável, pelo simples fato de que tenha sido o povo que a gerou, sem perceber o tamanho da tarefa que é formar e educar na perspectiva da arte e da cultura vistas como trajetória histórica. A miopia dessa visão vai a ponto de se considerar imposição uma intenção inequivocamente generosa e justa como a de André Mehmari de colocar a semente de Nazareth no coração desses jovens, já que foi na origem popular deles que Nazareth tirou a semente de sua obra. Sob esse raciocínio, concordo integralmente com Wisnick, é preciso romper os muros e fossos nos dois sentidos. ”O povo sabe o que quer, mas o povo também quer o que não sabe”, frase lapidar do próprio Gilberto Gil. Eu acrescentaria: mesmo para não querer, o povo merece todo o saber.
Há inúmeros exemplos espalhados por aí de iniciativas cobertas de êxito ao se colocar a arte com perspectiva histórica em contato com populações desfavorecidas. Cito uma, na qual o próprio André tem participação: a Sinfônica Heliópolis, que me comoveu com a excelência de seus músicos, todos jovens oriundos de um ambiente socialmente degradado, tocando Stravinsky como gente grande na Sala São Paulo. Não se trata de dizer que Stravinsky é melhor que Naldo, ou de que o tal quadradinho de 8 valha menos que Ravel ou Jobim. Trata-se de que é preciso que se defenda ferozmente o direito de escolha entre um e outro. E, por mais que a população pobre felizmente hoje tenha mais a oportunidade de ter a “mão na massa” no fazer de suas próprias expressões culturais, infelizmente quem não tem a oportunidade do conhecimento jamais terá o direito da escolha, e sem escolha vai sempre estar alijado de sua liberdade mais fundamental. Trata-se aqui é dessa liberdade!

Meu caro André, parceiro e amigo do peito, às vezes nos chocamos com as paredes, mas nada que deva nos desanimar de nos armarmos das nossas picaretas sonoras para derrubá-las. Devagar, essas paredes hão de vir algum dia abaixo. É uma questão da física: a ressonância. O mero ruído do vento, e não a sua força, já foi capaz de derrubar a Ponte de Tacoma, nos EUA. O som tem lá o seu poder. Se vibrarmos nossa música com a frequência correta, ela pode entrar em ressonância com a parede e derrubá-la. Tentemos fazer a nossa parte. É o que de melhor podemos fazer.

terça-feira, 28 de maio de 2013


A Servidão Voluntária

O Santos deu muito a Neymar e Neymar deu muito ao Santos. O clube lhe deu formação, uma camisa sagrada para vestir e uma bela vitrine, além de um baita salário. O jogador retribuiu com títulos, aumento de sócios, visibilidade e faturamento, além de grandes alegrias. Estão pagos, um e outro. 

Mais: Neymar deu, não ao Santos, mas ao futebol brasileiro, momentos inesquecíveis de beleza. Quem viu, viu, porque acabou. Agora só pela TV e com uma camisa que não nos diz nada. É diferente.
Então, feitas as contas, tudo somado e dividido, ficamos mano a mano, como diz o tango de Gardel? Talvez, mas resta a dúvida. Se era tão feliz aqui, como dizia (e as lágrimas na despedida o provaram), e se aqui ganhava tão bem, por que Neymar foi embora?
Vamos dizer com franqueza: pelo dinheiro. Pela lógica do capital, e não por qualquer dessas bobagens ditas por aí, tais como a possibilidade de aprimoramento tático, jogar contra e entre os melhores, o compromisso com sua arte e blá-blá-blá. Nada disso: é a força da grana, e deveríamos enfrentar o fato. Nada existe de mal nisso. Se Neymar já ganha muito aqui, seu estafe antevê a possibilidade de ganhar muito mais na Europa. Simples assim.
Pela tal lógica do capital, Neymar já deveria ter saído muito antes, quando o Chelsea fez proposta para contratá-lo e o Santos bolou um plano para que ficasse. Qual a filosofia dessa engenharia econômica? Mostrar ao jogador que poderia aqui ganhar tanto quanto lá. E, ao clube, que poderia faturar com a presença do ídolo tanto quanto ou mais do que com sua venda. Os dois objetivos foram realizados. O plano deu certo. Em parte. Onde falhou?
Como toda ideia de fato inovadora, esta também tinha seu lado visionário, no bom sentido. Se o Santos havia segurado sua estrela, outros clubes, por emulação, fariam o mesmo. Poderíamos vislumbrar um círculo virtuoso, com o Brasil melhorando o nível técnico do seu futebol, valorizando seu espetáculo, vendendo os direitos de transmissão e, a médio prazo, rivalizando com a Europa. O ambiente econômico era favorável: crescimento aqui, recessão lá. Quando teremos oportunidade igual? No entanto, os outros clubes não seguiram esse caminho. O Inter vendeu Oscar, o São Paulo vendeu Lucas e outras vendas de jovens, como Bernard, já se anunciam. O próprio Santos cedeu e desfez-se do seu astro. A cada vez que um desses meninos geniais vai embora o futebol brasileiro morre um pouco mais.
Neymar, que poderia ter sido o pioneiro desta nova onda, tornou-se apenas a exceção à regra. E, como toda exceção, passou ser combatida. Assistimos a uma onda que nasceu tímida, depois cresceu e transformou-se em tsunami, na quase unanimidade de que ele deveria sair do País o mais rápido possível. Uniram-se jogadores em atividade, ex-boleiros de talento reciclados em oráculos, mandachuvas da CBF, Scolari e Parreira à frente, cronistas esportivos, dos toscos aos sofisticados, cavaleiros do apocalipse das mesas redondas, somados às torcidas adversárias (a vaia dos flamenguistas na despedida em Brasília foi grotesca). Todos, em uníssono, passaram a grasnar o coro de "Vai, Neymar".
Ouvi poucas vozes dissonantes. Neste jornal, a palavra lúcida de Antero Greco, que escreveu dois estupendos artigos a respeito, "O brasileiro quer tristeza" e "O Brasil é pequeno" (Estadão, 22/5/2013 e 27/5/2013). Na TV, Fernando Calazans perguntou aos seus parceiros de mesa como havíamos chegado ao absurdo de achar que um jogador do país pentacampeão do mundo precisava ir para a Europa aprender a jogar futebol? "Didi precisou? E Garrincha? Pelé foi aprender a jogar na Europa?"É um escândalo, de fato.
Enfim, Neymar foi levado pela força da grana e, ao mesmo tempo, expulso pelo ambiente quase consensual de bota-fora criado dentro do Brasil, país de baixíssima autoestima, como se sabe. Foi um crime coletivo, que poderá ser estudado um dia como "case" particular do nosso ancestral complexo de vira-latas.
De agora em diante Neymar poderá ser admirado sem reservas no Brasil, pois passa a jogar na terra dos "senhores". A pior servidão é a do escravo que acorrenta a si mesmo.


[ Luiz Zanin, "O Estado de S. Paulo", 28 de maio de 2013 ]

domingo, 14 de abril de 2013

O Senhor de Engenho dentro de nós


É fato fartamente documentado que governos brasileiros, com apoio de parte dos segmentos mais favorecidos e de intelectuais que abraçaram a eugenia, tentaram apagar, nos primeiros anos do pós-abolição, a presença do negro da História do Brasil. Este projeto se manifestou do ponto de vista físico e cultural. Fisicamente o negro sucumbiria ao branqueamento racial promovido pela imigração subvencionada de europeus, capaz de limpar a raça em algumas gerações. Do ponto de vista cultural, houve uma tentativa sistemática de eliminar as formas de aproximação com o mundo e elaboração de práticas cotidianas (jeitos de cantar, rezar, comer, louvar os ancestrais, festejar, lidar com a natureza etc.) produzidas pelos descendentes de africanos, desqualificando como barbárie e criminalizando como delitos contra a ordem seus sistemas de organização comunitária e invenção da vida.

Se hoje não temos mais a pregação explícita de uma política de branqueamento, ainda estamos distantes de superar o que Joaquim Nabuco chamou de “obra da escravidão”. Há um senhor de engenho morando em cada brasileiro, adormecido. Vez por outra ele acorda, diz que está presente, se manifesta e adormece de novo, em sono leve.

Há um senhor de engenho nos espreitando nos elevadores sociais e de serviço; nos apartamentos com dependências de empregadas; no bacharelismo imperial dos doutores que ostentam garbosamente o título; na elevação do tom de voz e na postura senhorial do “sabe com quem você está falando?”; no deslumbre das elites que buscam “civilizar” os filhos em intercâmbios no exterior; na cruzada evangélica contra a umbanda e o candomblé; na folclorização pitoresca dessas religiosidades; nos currículos escolares fundamentados em parâmetros europeus, onde índios e negros entram como apêndices do projeto civilizacional predatório e catequista do Velho Mundo; no chiste do sujeito que acha que não é racista e chama o outro de macaco; no pedantismo de certa intelectualidade versada na bagagem cultural produzida pelo Ocidente e refratária aos saberes oriundos das praias africanas e florestas brasileiras.

Recentemente observamos a ocorrência de alguns eventos que revelam a permanência de práticas senhoriais que continuam nos assombrando. Um grupo de estudantes de Direito da UFMG realizou um trote em que veteranos se travestiam orgulhosamente de nazistas e uma caloura pintada de preto era acorrentada, portando um cartaz onde se lia “Chica da Silva”. Continua, também, a polêmica que envolve clubes de ricaços no Rio e em São Paulo que exigem uniformes identificadores das babás dos filhos bem nascidos de sinhazinhas e sinhozinhos. Temos, por fim, o siricotico de certos setores indignados com a proteção trabalhista que os empregados domésticos passarão a ter no Brasil. O argumento de que os direitos — como o FGTS — encarecerão demasiadamente o trabalho e gerarão desemprego esconde uma questão de evidente fundo cultural: o incômodo de uma elite que sempre desqualificou o serviço doméstico e é herdeira de uma das maldições que o cativeiro legou entre nós; a ideia de que a exploração do serviço braçal é quase um favor que o senhor presta àquele a quem explora. Jogam no mesmo time dos que diziam, na abolição da escravatura, que sem o seu senhor o negro quedaria desamparado.

Tudo isso nos permite constatar que o já citado Joaquim Nabuco de fato acertou na mosca. Disse ele que mais difícil do que acabar com a escravidão no Brasil seria acabar com a obra que ela produziu. É ela, a obra da escravidão, erguida em alicerces sedimentados de uma forma profunda e eficaz na alma brasileira, que até hoje nos assombra — porque nos reconhecemos nela como algozes ou vítimas cotidianas — e precisa ser sistematicamente combatida.


Luiz Antonio Simas é professor de História

sábado, 9 de março de 2013

Cuando el llanto se hace colectivo en el Metro



Caracas, 07 Mar. AVN (Yesenia Chapeta) - Susana salió de su casa a las 9:30 de la mañana. Llevaba su camiseta rosada con el corazón tricolor estampado, ese que se convirtió en icono referencial del sentir chavista durante la pasada campaña electoral, tanto como la imagen del presidente Chávez empapado bajo la lluvia de aquel 4 de octubre de 2012, sobre una avenida Bolívar repleta de pueblo.
Caminó las cinco cuadras entre su casa y la estación del Metro Los Dos Caminos. Cada vez que Susana intercambiaba su irreverencia con alguna otra persona en camiseta escarlata, era inmediatamente traspasada por la mirada de vecinos que, sorprendidos, pensaban que esa urbanización clase media de Caracas era un "territorio exclusivamente antirrojo".
Esa mañana, a dos días de la partida del líder de la Revolución Bolivariana, ella notó algunas diferencias. No en sus vecinos, sino en los transeúntes que se cruzó en el trayecto hacia el transporte subterráneo.
Los ojos de Chávez vivían en la calle estampados en franelas de todos los colores y, cuando bajó al andén de la estación, el rojo hablaba por sí mismo, como una nota de acompañamiento entre desconocidos, que parecían decirse sin hablar, "Duele, duele...".
El tren llegó. Caraqueños salieron, otros entraron al vagón. Ya en marcha, una dama de mediana edad, vestida con el uniforme de una conocida cadena de farmacias, le dice a su acompañante sentado a su lado, en baja voz: "¡Qué silencio! ¿Verdad?". Él asintió sin decir una palabra.
Y así era. El silencio parecía contagiarse entre todos, lúgubre, tedioso. Sin embargo, algo que no es usual entre los apretujados usuarios del Metro de Caracas, sucedía esa mañana, la gente se miraba a los ojos, tal vez escudriñando códigos compartidos.
Una señora iba sentada con el periódico doblado en su regazo y la mirada perdida en ninguna parte. De repente, en medio de aquel ruido que Alejo Carpentier definió como "el silencio que el hombre tiene por silencio cuando no escucha voces parecidas a las suyas", irrumpió el timbre de un celular. Era el tono de una marcha marcial de la canción... "Patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol..."
La imagen de Hugo Chávez entonando el coro, narrando parte de sus vivencias en la división de Blindados del Ejército, en esa última alocución pública que diera el pasado 8 de diciembre, despidiéndose -como ahora lo comprenden todos-, flotó como un holograma en el vagón.
La señora del periódico se sacudió con el ruido, buscó la dirección del celular invocante, desplegó el periódico que tenía entre sus piernas y dejó al descubierto la portada, que inmortalizó en una foto inmensa parte del recorrido de 7 kilómetros del Presidente Chávez camino a la Academia Militar, rodeado de una multitud de seres humanos queriendo alargar el brazo para tocarlo y darle su último adiós.
Un arrebato de dolor le arrugó la frente a la señora y delató unos dientes perfectos, que apretaban la impotencia, mientras negaba con la cabeza lo que veía en el periódico. "Todavía no lo puedo creer", y que por supuesto no lo entendería más.
Tomó un pañuelo de su cartera para taparse el rostro y se soltó en llanto.
Al verla, Susana empezó a llorar también y, sin pañuelo para tapar las muecas de dolor, buscó su antebrazo derecho para esconderse. De allí, a un lado y otro del vagón, vio cómo aquel acto de valentía de la señora -llorar sola entre desconocidos- se contagiaba por todo el vagón, ahora lleno de ojos aguados y vidriosos, de labios contraídos.

El dolor colectivo había dejado de ser un secreto, para ser el código visible y asumido de un pueblo que cruzaba subterráneamente la ciudad.